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“La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé, me ha sido dado por el corazón”. -León Tolstoi-

La razón por sí sóla es como un campo estéril. Te ayuda a entender, estructurar. Pero hasta que no interviene el corazón, ese campo no se vuelve fértil. Nada de lo que podría florecer, florece.

Con el corazón pasamos de entender a comprender, y así lo aprendido cobra vida, sentido y expresión. Por algo se llama “corazón” ;): Co – Razón. Haciendo esta pequeña trampa semántica, convertimos “co” en el prefijo que significa unión o compañía. Así, su sabiduría se une y acompaña a la razón. Cuando ponemos corazón en lo que sea que hacemos, pensamos o decimos, estamos en armonía con la vida. Nos sentimos en paz, pase lo que pase.

Cuando dejamos de poner corazón (paz, amor, benevolencia…) en nuestros pensamientos, acciones o palabras, -sea hacia nosotros mismos o hacia los demás-, empezamos a fragmentarnos, a alejarnos de lo que realmente somos y empezamos a sufrir.

Nuestros corazones laten durante toda nuestra vida, recordándonos, no sólo su vital importancia para mantenernos vivos sino su constante mensaje para vivir en armonía según sus leyes.

En Medicina Tradicional China, nos enseñan que el corazón es el órgano del cuerpo que alberga nuestro Espíritu.

En la Ciencia Moderna, nos enseñan que el corazón y no el cerebro es el “gran jefe” de nuestros cuerpos (ver las investigaciones del Institute of HeartMath, en inglés, o la entrevista a A. Marquier, “El corazón tiene cerebro“).

Así pues, cualquier pensamiento que tengas que reste paz a tu momento presente, está fuera de la ley de la Naturaleza y nos resulta perjudicial. Obstaculiza la libre circulación y expresión de nuestro Espíritu a través de nuestro cuerpo.

Cuando mantenemos pensamientos pacíficos, nuestra mente actúa como un grifo abierto a través del cual, el agua fluye en su máximo caudal. Este agua es una analogía de nuestro Ser. Así, nuestro Ser, -que es el que da vida a nuestros cuerpos-,  se expresa libre de obstáculos; plenamente.

En cambio, cuando mantenemos pensamientos estresantes, nuestra mente actúa como un grifo que va cerrándose y, por el cual, cada vez fluye menos agua. Es decir, cada vez obstaculizamos más la vida y expresión de nuestro espíritu en nuestros días.

Por eso, si nos sentimos estresados, si no nos sentimos en paz ahora y aparacen emociones incómodas, debemos tomar todas esas emociones con gratitud por avisarnos y recordarnos que estamos yendo en contra de las leyes naturales. Son señales en el camino que nos apuntan a retomar nuestra paz interior, como prioridad vital.

No hay nada más importante que cuidar de nuestra paz interior. Es entonces cuando estamos más vivos y con la mayor y mejor capacidad para vivir plenamente y actuar en el mundo. Y, evidentemente, somos humanos y tendremos ocasiones para perder de nuevo la paz ;).

Pero lo importante no es no perder nunca la paz sino acordarnos de recuperarla cuanto antes, permanecer en ella el mayor tiempo que seamos capaces y cuidarla como el más bello jardín en nuestro corazón.

Con mis mejores deseos de paz en tu corazón,

Mónica Villamarín.

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