Artículo extraído de Pueblo en línea, 09/10/2011:
Hoy abunda cierta sensación de desesperanza en las grandes ciudades de China. Cuando se les pregunta a sus habitantes cuán satisfechos están con su vida en una gran ciudad, muchas personas dicen que el estrés se las está comiendo vivas.
Una encuesta realizada por el Grupo de Consultoría de Horizon Research encontró que la vida en metrópolis como Beijing, Shanghai y Guangzhou no es necesariamente feliz. En consecuencia, cada vez más gente elige vivir en ciudades de tamaño medio, como las capitales de provincia.
Las metrópolis son conocidas por sus malos servicios y sus altos precios. Y estas son sólo algunas de las razones por las que los residentes de las grandes ciudades se sienten descontentos. La gente tiene miedo por sus empleos y medios de subsistencia.
Tenemos que prestar atención a los mensajes sutiles que nos llaman a disminuir el ritmo. Algunos de estos mensajes conllevan la sensación de que lso ciudadanos están en perenne estado de irritabilidad y listos para explotar, además de portar el temor de que siempre marchamos a la zaga.
Teniendo en cuenta estos temores, no es difícil entender por qué 26 millones de chinos sufren de depresión.
Sin embargo, el concepto de la economía como único factor para medir la felicidad no es privativo ni originario de China.
En la década de los 70, la pequeña nación sudasiática de Bután promovió a todo trapo el concepto de “felicidad nacional bruta” (FNB) como meta nacional. Un escéptico bien podría decir que un país con un producto interno bruto (PIB) tan pequeño como Bután, puede darse el lujo de preocuparse por su FIB, y que la mejor manera de aumentar la FIB es mediante el aumento del PIB.
La felicidad es considerada como una emoción personal y una elección personal, no un atributo de una comunidad o un país.
Yaxi, un pueblo pequeño y tranquilo en la provincia de Jiangsu, ha sido nombrado “primer pueblo lento” de China, por sus prácticas de agricultura ecológica. Desprovisto de todos los artilugios modernos, el pueblo atrajo la atención de Cittaslow, el movimiento de estilo de vida sostenible que surgió en Italia hace 11 años.
El título es una confirmación de los esfuerzos concertados del pueblo para preservar el ambiente de una vieja aldea campestre, donde el crecimiento es controlado, se rechazan las cadenas de tiendas y la vida cívica gira en torno a una sociedad unida, que permite a las personas envejecer con donaire.
Pero, ¿podría todo el país aprender algo de este pequeño pueblo? Cabe preguntarse si al seguir el ejemplo de Yaxi se podría arruinar la economía. Sin embargo, y cabe otra pregunta: ¿cuál es el sentido de una economía? ¿No es para ayudar a crear un país feliz y saludable? ¿De qué sirve una economía “saludable” si la misma entristece a sus ciudadanos?
En 2009, la publicación Journal of Happiness Studies destacó una sorprendente paradoja de la economía en expansión de China. A la vez que se hacen más ricos, los chinos no parecen ser más felices.
Para solucionar este dilema necesitamos un nuevo enfoque de la economía y de nuestro sentido del bienestar.
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